miércoles, 15 de septiembre de 2010

La corrección: chef de la escritura

Como profesor de redacción en la universidad mexicana (he trabajado en el Tecnológico de Monterrey, la Universidad de las Américas) me fui enganchando a una de las adicciones más letales: la corrección de estilo.

He de reconocer que en los primeros años me sentía más cerca de las señoras de la limpieza (a quien tanto tenemos que agradecer) que al rigor del filólogo. Y es que no había manera de quitar las miles de manchas ortográficas con las que las nuevas generaciones universitarias grafitean sus textos.

No me espanta la suciedad ortográfica. De hecho, el español "correcto", el que la RAE se empeña en "limpiar, fijar y dar esplendor", no es más que el resultado de una milenaria cadena de deformaciones linguísticas que desde el latín culto han desembocado en el español que le hemos heredado de nuestros padres. En pocas palabras, no me gusta juzgar el error, pues no tengo la más remota vocación de cura. Además, con el ritmo hiperactivo de los mensajes escritos en los nuevos medios tecnológicos (chats, mensajes de celular, comentarios en facebook) y el nuevo escenario hipermediático (voz-palabra-imagen), creo que es imparable la anarquía ortográfica de los idiomas modernos. Pero eso no significa que en el ámbito académico y en el profesional, también en contextos sociales menos confianzudos, la ortografía siga teniendo un peso específico, casi descalificatorio. Si alguien envía su currículum a un empleador y se despide con un "zaludos cordiales" es más que esperable que no reciba más respuesta que la carcajada o el desprecio. Por eso, los correctores de estilo, tendremos en los próximos años, más chamba que nunca.

La corrección de estilo, no obstante, es algo más complejo que la pura limpieza ortográfica. La ordenación de las ideas en un texto académico, la agilidad del lenguaje promocional de un anuncio, los patrones discursivos de la escritura de una tesis o, en fin, la calidad de cualquier documento mínimamente prestigioso en nuestra sociedad pasa por las buenas manos de la corrección.

Así que la manera más auténtica de entender mi oficio, a mi juicio, es compararlo al del chef de un buen restaurante. Otros, los cocineros, realizan la tarea. Pero el cuidado de los detalles, de los ingredientes secretos, del toque final... eso es cosa mía.

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